miércoles, 9 de enero de 2013

Querido:

Los cuentos saben a poco cuando de imaginarte se trata. El sol cada vez está más bajo y el viento tarda mucho en llevarse tu olor, y esa lentitud duele al estar tan seguidamente oliendo tu perfume. La sonrisa se borra de mi cara y a pesar de estar derrumbada mi rostro se convierte en una máscara feliz. Abro las ventanas para que se esfume tu olor y me doy cuenta de que la cama sigue intacta. Todo sigue igual, incluso tan perfecto que parece que acabamos de despertar después de una bonita velada y estás observando mi despertar. Me tumbo en el nido donde intercambiábamos caricias buscando tu silueta. Pero no estás tú. Has creado una nueva vida para ti y yo puedo volver a la mía en vez de seguir en este paréntesis de tiempo tan doloroso. Supongo que me extrañen... llevo días sin aparecer por casa y no he dado señales de vida si quiera para decir que estoy bien (porque no lo estoy). Tu manera de irte ha sido silenciosa pero preferible a escuchar un adiós saliendo de tu boca. Pensé que podía prescindir de ti, que serías un simple disfrute, y ahora... ahora eres tú el que ya no quiere volver cuando antes era yo la que huía de ti. No habrá tercera vez. Esta es la carta definitiva para despedir a nuestro nosotros sin poder parar de repetir: siempre tuya.

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